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Mama Antula se convirtió en la primera santa argentina

El Papa Francisco canonizó este domingo en el Vaticano a la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, que se convirtió en la primera santa argentina, en una ceremonia de la que participaron centenares de peregrinos llegados a Roma entre ellos el presidente MIlei.

El pontífice inició a las 9.30 hora local (5.30 de Argentina) la «celebración eucarística con rito de canonización», como se denomina formalmente a la ceremonia que se hizo en la Basílica de San Pedro.

Como concelebrantes, participaron además varios de los obispos y cardenales argentinos presentes en Roma, como el obispo de Quilmes y titular de Cáritas, Carlos Tissera, y el arzobispo de Córdoba, Ángel Rossi.

Comenzó con una serie de cantos litúrgicos por parte del coro, mientras un retrato de Mama Antula permanecerá colgado toda la ceremonia frente al altar central de la Basílica.

Luego el encargado del Dicasterio para las Causas de los Santos, el cardenal italiano Marcello Semeraro, quien presentó la biografía vaticana oficial de la nueva santa junto a quien postuló a Mama Antula, la ítalo-argentina Silvia Correale.

Luego de la lectura de la biografía, pasados unos 25 minutos del inicio de la ceremonia, Mama Antula fue nombrada por primera vez por el pontífice, quien en latín se referirá a ella como «Beatam Mariam Antoniam a Sancto Ioseph de Paz y Figueroa»

La considerada «Madre espiritual de la Patria» quedó oficialmente canonizada cuando el Papa diga, en latín, que «en honor de la Santa e individua Trinidad, para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocado muchas veces la ayuda divina y escuchando el parecer de numerosos hermanos en el Episcopado, declaramos y definimos Santa la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa y la inscribimos en el Catálogo de los Santos, estableciendo que en toda la Iglesia sea honrada devotamente entre los santos».

Una mujer empoderada en tiempos coloniales

La vida de una mujer adelantada a su tiempo que nació en Santiago del Estero en 1730 y murió en Buenos Aires 69 años después.

El pueblo quechua la bautizó Mama Antula. Era un derivado de su nombre en la lengua que había adoptado. María Antonia de Paz y Figueroa había nacido en 1730 en Villa Silípica, provincia de Santiago del Estero, en el seno de una familia acomodada. Fue una mujer que vivió fuera de su tiempo histórico. Convivió en un país colonial con una concepción de vida patriarcal, de rangos jerárquicos, que esperaba de ella y del resto de las mujeres que oculten y silencien cualquier vestigio de independencia y rebeldía como saber escribir y leer. No pudieron con ella. Se rebeló al mandato cultural del siglo XVIII y al credo familiar que respetaba los estereotipos femeninos de la época: a los quince años desafió a su padre al avisarle que no se casaría ni sería monja.

En los albores de la patria decidió vestirse de varón y ser laica jesuita. La rebeldía le causó secuelas: la expulsaron de su casa. Se instaló en el beaterio de los jesuitas. Rechazó su apellido, renunció a la riqueza de su familia, adoptó el nombre de María Antonia de San José. “Siendo aún joven, pronto entró en contacto con la espiritualidad ignaciana. En 1745 vistió el hábito de ‘beata’ jesuita mediante la emisión de votos privados y comenzó a llevar vida comunitaria junto a otras consagradas. Bajo la dirección del padre jesuita Gaspar Juárez, se dedicó a la educación de los niños, al cuidado de los enfermos y al socorro de los pobres”, rescata un portal del Vaticano.

Hacia 1767, volvería a sublevarse ante los preceptos establecidos. Reforzaba su rol de mujer empoderada, disruptiva. Se había comprometido a una misión, había abrazado la campaña de la Compañía de Jesús. El 9 de agosto, el rey Carlos III ordenó disolver la obra jesuítica: a partir de entonces, el trabajo social y espiritual de los jesuitas estaba completamente vedado. Cuando los jesuitas fueron expulsados de los territorios de la corona española, escuchó una voz interior que la convocaba a ser la heredera: tenía 36 años y se consideraba hija espiritual de la Compañía de Jesús. Quería seguir llevando la palabra de dios a través de los ejercicios espirituales del apostolado.

“Ya con 37 años, perseveró en su intención de seguir organizando cursos de Ejercicios Espirituales. Entre 1768 y 1770, los participantes vivieron el tiempo de retiro durante varios días, recibiendo orientación y reflexionando sobre sus vidas. Para este proyecto contó con el pleno consentimiento de su confesor y del Obispo de la ciudad de Santiago del Estero, donde abrió una casa”, describe el Vaticano News la vida de Mama Antula.

La mayoría de los próceres de Mayo y de la Independencia, y otras personalidades de la época, pasaron por la Casa de Ejercicios construida por María Antonia de Paz y Figueroa

Su meta era llevar a dios a donde no lo conocían. Desde Silípica hasta Loreto, Salavina, Soconcho, Atamisqui, las provincias de Catamarca, La Rioja, Jujuy, Salta y Tucumán. Caminó más de cuatro mil kilómetros descalza por todo el virreinato para continuar con el legado a pesar de la prohibición. Su misión era visitar las regiones pobres del nordeste argentino para promover los ejercicios espirituales y en apenas ocho años, consiguió ofrecer los ejercicios espirituales a setenta mil personas.

Su método consistía en llegar a un pueblo, presentar los permisos ante las autoridades y dictar un curso de diez días de duración ante cualquier interesado, sin importar escalafón social. Llegó a Buenos Aires en septiembre de 1779, después de un arduo viaje. El Virrey y el Obispo le negaron el permiso para dictar los cursos de ejercicios, hasta que los retiros empezaron a proliferar y alcanzaban una espiritualidad profunda entre los fieles. Los grupos crecían hasta los 200 integrantes. El Obispo advirtió este fenómeno, cambió de opinión y autorizó a Mama Antula al ejercicio de sus cursos. Tanto que inició la construcción de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales en la Avenida Independencia 1190. “Peregrinó de puerta en puerta con el fin de recaudar fondos para la construcción de la Casa de Ejercicios. Sus esfuerzos también fueron conocidos en Francia y su epistolario fue traducido posteriormente a varios idiomas”, detalla la nota.

“Acusada de loca y de bruja, el peso histórico de Mama Antula en los sucesos independentistas de la Argentina quizá haya sido más importante que el religioso, aunque ahora se encuentre olvidado”, apunta la Agencia Informativa Católica de Argentina, donde fomentan la premisa de que es una de las madres de la patria, dado que en sus rutinas de ejercicios espirituales participaron varios próceres de la independencia, como Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga y hasta el Virrey Santiago de Liniers.

Murió once años antes de ese hito, el 7 de marzo de 1799 a los 69 años. Fue enterrada en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced de la calle Bartolomé Mitre de Buenos Aires, luego trasladada a la Basílica de Santo Domingo y finalmente conservada en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de Buenos Aires. A su muerte se calcula que entre setenta y ochenta mil personas se habían beneficiado de la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

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